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Aires de cambio en el mercado inmobiliario argentino

Luego de la explosión de la llamada “burbuja inmobiliaria” norteamericana en el 2008, se generó una importante crisis financiera internacional. Dicho estallido no fue atribuible al mercado en sí mismo, sino a una enorme negligencia de ciertos jugadores financieros que habían estructurado diversos negocios atados a las hipotecas, que, en algunos casos, cubrían hasta el 110% del valor de la unidad, generando una demanda poco genuina y que no tenía en cuenta el perfil e historial crediticio del tomador.
Estos negocios financieros se comercializaban entre distintos tipos de inversores: particulares, privados, institucionales, sin importar el mal que estaban provocándole al mercado inmobiliario y financiero en su conjunto. Indudablemente, también existía una falta de compromiso por parte del tomador, ya que no comprometía capital propio. Cabía la posibilidad de que éste se quedara sin poder de repago, lo que terminó sucediendo, dándole inicio a una brusca baja de los valores. De esa manera, no tenía sentido seguir pagando un crédito por una propiedad que había perdido hasta casi un 50% de su valor.

Cuestiones clave del mercado inmobiliario en Argentina

El asesoramiento constante de los inversores con quienes se interviene dentro del mercado inmobiliario es muy importante, ya que el buen manejo de la información (valor del activo, situación del mercado, formas de pago, costos, etcétera) es clave para el éxito de cualquier operación.
Cabe citar aquí el contexto vivido hasta hace unos días en nuestro país (previo al levantamiento del cepo), cuando ni vendedores ni compradores sabían de qué manera se estaba transaccionando, qué dólar utilizar o qué tipo de instrumentos legales firmar: boleto, escritura, etcétera.
Asimismo, no todo el mercado inmobiliario es igual: muy distinto es el valor del metro cuadrado de un departamento en la mejor zona de Córdoba Capital al de la mejor zona de Capital Federal o de Santa Fe, sumado a que los valores poseen variables que juegan un rol determinante como ser, entre otros, la economía regional de dichas zonas, descartando demanda, ubicación, categoría y producto.
En la actualidad, Argentina está viviendo tiempos complicados, pero está lejos de volver a vivir un 2001 (desplome de precios producto de una brusca devaluación), porque su mercado está sincerado. Lamentablemente, el comprador/inversor no apalanca su inversión con créditos hipotecarios, sino que cancela el 100% del precio con capital propio y eso ha sincerado mucho los valores de plaza.

El argentino busca seguridad en la inversión inmobiliaria

La inversión en inmuebles es y será un medio de ahorro más que seguro, en el que el valor del activo fluctuará más o menos según el momento económico local como internacional, pero históricamente la tendencia siempre fue alcista, si tomamos como parámetro un período a mediano o largo plazo.
A partir de las elecciones presidenciales pasadas, sumado a estos últimos cuatro o cinco años consecutivos de estancamiento de valores (hay que recordar que en 2011 entraba en vigencia el cepo), el inversor argentino ha demostrado que confía en el mercado inmobiliario como refugio de sus ahorros y eso es una muy buena señal.
Hoy, el cambio de aire por el que se está atravesando, de cara a inversores locales, como la percepción positiva de nuestro país que se está generando en el exterior, traerá, indefectiblemente, nuevas inversiones, y cada actor inmobiliario (intermediador, desarrollador, constructor y financiero) debe asumir su rol responsablemente para que la confianza que depositan los compradores no se vulnere.
El argentino es inversor en ladrillos por naturaleza, ya que culturalmente busca tener la casa propia con el fin de poder dejar algo tangible a sus herederos, una costumbre que debe incentivarse y apoyarse para que la gente siga creyendo en el mercado inmobiliario, y para que esta cultura siga pasando de generación en generación.

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